jueves, 27 de junio de 2013

TRES POEMAS DE FREDY ALAN GONZALEZ


Alan Gonzalez, Pereira 1987. Poeta, novelista, dramaturgo, actor
ensayista. Ganador del premio nacional de novela  Ciudad Pereira 2012, Con su novela Anónimos
 hombre de letras, por vocación y destino, su poesía, se encuentra 
en el filo de la navaja, el lector que enfrente sus versos debe ofrendar tanto el cuchillo  como  su cuello. 


LA RAMERA BABILÓNICA 


Cómo se desplaza en patineta sin manos ni pies,
se vende el carro, el matarratas, la niña.
Estamos en contratación.
¡OOOOeeeeee! ¡OOOOeeeeeeeeee!
fue hallado descuartizado en un costal en la madrugada del pasado…

¡Salte, salte! La joven los mira aterrada. Pitos y sirenas. ¡Salte, salte!
¡Aquí, defendiendo la democracia, maestro!
¡Tinto, tinto, pintadito, tinto!
Nietzsche ha muerto, atte. Dios. Magdalenas por el Cauca. 
Juventud M-19.
No siento nada mi amor.
El congresista pretendía ingresar tres toneladas de cocaína en su interior.
¡Muere, puto sudaca!
El Papa renuncia al trono de San Pedro por escándalo de pederastia y corrupción.
Mírame, le suplica, eres un mentiroso.
Encallan 100 ballenas en Sudáfrica, se culpa a las sirenas.   
¡Noooo, si eso no duele!
El oxígeno se cotiza hoy en la bolsa a 2 dólares con 50.
Aquí, una carita feliz.
Don Ebrio, el nuevo ídolo del pueblo.
Perdón Vicerreptil.
Esa es la vida, comer, cagar y dormir
pero si no hay para comer, no se puede cagar y menos dormir
hay que matar entonces para ganarse el pan.
El hombre se desplaza en patineta sin manos ni pies, ríe, habla en jerigonza.


II

Gato de patas apianadas sobre el tejado 
Afila la noche en tus pupilas
¡Estará dormida, huesos de luna!
Un eco ausente acompaña su voz,
veo el cristal que rasga la luz 
Las ventanas de la casa que retienen las gotas
¡Ha pasado ya tanto tiempo¡
La araña afina su arpa fúnebre.


III

Estridencia , risas
música que agudiza el dolor
Sí, desperdigué  mi vida
volví a ser niño 
  todo lo que había conquistado 
todo lo inmole en el altar de Eros.
La noches de dilató al igual que las pupilas
nos unimos, abandonados en el canto 
los tres, trémulos 
No quise despertar 
¡Ah   fragilidad 
inmovilidad dulce de las horas!
¿Quién me juzga?
Yo, que todo lo entregué
yo, que era fruto fermentado
de infatigables días,
fuego de labios que se consumen
y he aquí mi castigo :
estas cenizas
de tu nombre y el mío 


  










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