domingo, 22 de septiembre de 2013

AIDA.



“Soportó la lluvia de su corazón, gimiendo pisó el cielo con los ojos”.

Aida despertaba de noche a respirar el viento filtrado por las aberturas de la puerta, había pasado 5 noches retorciendo su cuello,  con sus manos sacudía el dolor, el viento la encrispaba de calma.  Augusto de 8 años contaba las noches en que su madre se lamentaba por el dolor en la nuca, hoy se ha escuchado un grito espantoso, el ruido cubre todo el lugar. Don Alberto sale a ver si su hija Arminia había peleado nuevamente con su novio, el hombre decidió coger el palín que siempre ocultaba detrás de la puerta, ésta no era la única vez que salía a defender a su hija.

Las luces que iluminan la cuadra están más tenues que nunca, veo una sombra corpulenta que se tambalea por los rincones de las casas, esa sombra sólo pregunta por Arminia, -Alberto- pienso, nuevamente se escucha un gemido bestial, inunda toda la noche, esta vez decido salir a ver de dónde proceden los sollozos, me encuentro frente a frente con el hombre, vemos como se abre lentamente la puerta en la casa de Aida, sale Augusto llorando, llevo mis manos a la boca con horror, por su parte, Alberto sacude sus extremidades soltando la herramienta,  sale corriendo a buscar el niño, lo toma entre sus brazos, la criatura  hace con su cuello un sonido insoportable, se me ponen los pelos de punta, cruje espantosamente.

Alberto lagrimea al ver el niño abandonado, lo siento conmovido, me llama con fuerza para que le ayude a cargar el infante, me niego, ese olor, ese hedor penetra mis entrañas, insiste, niego por segunda vez, él entra atravesando la puerta ligeramente, deja al crío en el piso, miró hacia el interior de la puerta, nadie se asoma, nadie, todo en silencio, el niño se ha esfumado, no lo veo, Alberto aun no sale, no se oye ningún ruido, creo que ha paso ½ hora, estoy acá, con frio, con miedo, ¡Alberto, Alberto!, nada, nadie, ninguna respuesta, ¡Augusto, Aida!- me duele el cuello- ¡voy a entrar! -no-¡voy a mi casa!, ¡Albertoooooo, carajo, voy a entrar!


En el  interior se enciende una luz, mis ojos arden, -el cuello me va a matar, me duele-, he decidido entrar, todo está en silencio, ni un solo ruido, todo está desgastado, están roídas las escalas, el hedor es insoportable, todo cruje al interior mientras avanzo, la luz es opaca y no deja ver el lugar, arriba en el segundo piso se escucha un ruido,- pisadas-, ¡Alberto!, grito,-nadie responde-, subo las escalas, hiede aún más, hay una puerta abierta de un cuarto, se ve un espejo inmenso, ¡Alberto, Aida, Augusto! avanzo hasta la puerta del cuarto, no hay nadie, sólo el espejo, no refleja nada, nada, estoy delante de él, estoy sola reflejada, sin objetos que me acompañen en la imagen, sin colores intensificados, todo gris detrás de mí, solo yo, con mi rostro, con mis arrugas, con mis años a cuestas, ¿quién soy?, -mis ojos transparentan la pregunta y me cuestionan- ¿quién soy?, me pierdo fijamente en los ojos, todo está nublado, ¿quién soy?, Alberto se refleja en el espejo, hago el intento de voltear mi cuello, -es inútil-, el dolor es intenso, Augusto aparece a mi izquierda, hiede como nunca, mi mirada estática y prisionera en el espejo, no puedo mover la nuca, ¿quién es ella? ¡Arminia!, está pálida y despeinada, toma mi cuello, sus manos están frías, los tres susurran en mi oído Aida, Aida, Aida, ¡no soy Aida! grito ¡no soy ella!, aúllo desesperada, ¡no soy ella!, ¡no soy Aida!, miro mis ojos nuevamente, despiertan lágrimas a cántaros,  escucho en mí una voz chillona, escabrosa, Aida, soy Aida, soy Aida.


ALEXANDER NOREÑA- PEREIRA.

lunes, 2 de septiembre de 2013

ENTRE LA TRADICIÓN Y LA CONFESIÓN.


DIALOGO CON JUAN FELIPE ROBLEDO.




“Escribo mi poesía, si,  la escribo, para que en el inexpresivo resplandor del arte, resplandezca el mortal incendio de la vida”


Medellín, 1968. Estudió la carrera y la maestría de Literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá de  donde es profesor. Ganó el premio internacional de poesía Jaime Sabines en 1999, con De mañana. Obtuvo el premio nacional de poesía del Ministerio de Cultura de Colombia en 2001 con La música de las horas. El don de la renuncia (2010). Han aparecido seis antologías de su poesía: Nos debemos al alba (2002), Calma después de la tormenta (2002), Luz en lo alto (2006),Dibujando un mapa en la noche (2008), Aquí brilla, es extraño, la luz de nuevo (2009),Poemas ilustrados (2010).


A Juan Felipe tuve la suerte de poder esperarlo en el aeropuerto a su llegada a Pereira. Desde que atravesó  la puerta de salida, su calidez y amabilidad predijeron una charla sencilla pero profunda, amigable y precisa, es un hombre de una generosidad y don de la palabra propia de su tierra, de su ancestral pasado antioqueño.

De ida al hotel, tuvimos que regresar al aeropuerto, pues habíamos dejado a Satizabal esperando por las maletas en la sala de abordaje. Juan no vio problema en tener que hacer el retorno y al contrario se mostró preocupado por el in suceso  Regresamos, encontramos a un hombre grande, de sombrero verde y mochila, esperando a la salida del Matecaña. Esto, propicio una charla previa, que sirvió de calistenia para nuestro dialogo más reposado del día siguiente.

Entendí que una entrevista no empieza al momento de activar el interrogatorio previsto con las preguntas anotadas en una libreta.  De hecho, jamás me base en una sola nota tomada con anterioridad, esta empieza, quizá, cuando la ocasión menos pensada propone el tema y allí el leitmotiv del entrevistador se encuentra con el asunto adecuado.

La charla que acordamos en la mañana del viernes le cayó como anillo al dedo a Juan Felipe, le propuse que hiciéramos una charla contrastiva entre su formación como literato en el Siglo de oro y la poesía española versus  su poesía renovadora, sobre como era su dialogo con la tradición y su construcción como escritor desde esa tradición no solo ibérica, sino también antioqueña, pues su abuelo materno el reconocido escritor Argos, influyo indudablemente en su formación.

M. R. Sé que eres experto en el siglo de oro español, y por supuesto, también sé, que su estudio enmarañado y difícil supone una formación intelectual amplia. Sin embargo, ¿cómo logras superar esa influencia en tu poesía, y construir una poetic confesional, testimonial resistiendo de algún modo a que eso influya en tu escritura?

J. F. Pablo Neruda decía en alguna parte, que él esperaba que lo libraran de inventar cuando cantaba. Yo siempre he sentido que en la poesía debe haber un vínculo con la confesión, con la experiencia directa, con el pulso de un tiempo, el pulso del tiempo que me tocó vivir, y espero yo, que en mis poemas este vivo ese tiempo, esos alambrados, esa iluminación, esas músicas, esa palpitación de este mundo. Pero simultáneamente, creo que la poesía da cuenta de un ritmo interior, de un río subterráneo que alimenta todas las épocas; y de alguna manera, el que yo sea profesor de literaturas clásicas, como  también de los autores de la llamada generación del 98 y los poetas del 27, no contradice, digamos, esa vinculación con la experiencia más directa y más arraigada de nuestro tiempo. Porque lo que  hay fundamentalmente en la poesía es un ritmo, es una manera de percibir al lenguaje como una capacidad de cantar; la poesía creo yo, fundamentalmente, aspira a  la música, una de sus preocupaciones fundamentales es querer ser música, y en esa medida la poesía da cuenta de un ritmo, de una tensión, de una manera de disponer el poema como si fuera una partitura musical, y desde esta visión, creo yo que, dentro de esa visión mía, que pretende dar cuenta de mi época, de mis angustias, de mi dolor de mi alegría, de aquello que me hermana con los otros que viven en la época que yo vivo, también esta simultáneamente un tono, un ritmo, una, tensión, una armonía, que de alguna manera, en algunos casos, responde a esas armonías que vienen del itálico modo, de Garcilaso de la Vega, de un Quevedo, de una sintaxis en muchos casos difícil y enmarañada, de ese delirio metafórico de Luis de Gongora; sin que yo en muchos casos me dé cuenta. Lo que sucede maravillosamente en la poesía, es que lo que intenta hacer el poeta, no resulta siendo controlado de manera directa. En algún momento, Jacques Lacan, el psicoanalista, decía que los poetas que no saben lo que dicen, siempre dicen como es sabido, las cosas antes que los demás; los poetas no siempre saben lo que están diciendo de una manera consciente y controlada, hay como una voz que habla debajo de ellos, como un eco, una corriente que les está hablando de otra cosa, otra realidad, y esa otra realidad, en muchos casos es la música de la lengua, que heredamos con maravilla de estos autores prodigiosos que son Juan De la Cruz, que son, Garcilaso de la Vega, o Fray Luis de León y que de alguna manera, pueden seguirnos hablando en una época de segmentación, de desastre, de ruido, de marginalidad como la nuestra. Creo yo, que la poesía lo que habla es de arriba y abajo, de adentro y afuera, todo el tiempo y lo que hace fundamentalmente la poesía es poner en conexión, mundos en apariencia aislados, fragmentados; habla del sol, pero habla simultáneamente del barro ¿verdad?; todas estas realidades conviven en el poema en esa armonía, en esa pretensión, de hablar con música, de nuestro tiempo, y eso espero yo, de alguna forma, esté presente en los poemas que escribo.

Mientras habla, su estampa se hace más inmensa, sus manos vuelan para explicar sus ideas, y su voz se hace potente, aun cuando una música estridente de salsa y baile podría impedir que se escuchara. Hago un esfuerzo sobre humano para anteponerme al ajetreo del lobby del hotel y poder concentrarme en sus palabras.

M.R. digo contradicción, no porque sea mi visión personal, sino porque en términos generales, los poetas jóvenes tienen como propósito destruir esa tradición, sin saber que ella es casi que fenotípica en la lengua. ¿En ese sentido, la formación intelectual es fundamental en el oficio del poeta, o es, como declaras en alguna parte, un asunto de sentimiento e inteligencia?

J.F. pues yo creo que las dos cosas nunca se contradecirán, porque yo creo que el sentimiento y la inteligencia se ponen al servicio de que, también de la erudición, y si la erudición puede ser una manera de entender el mundo… en alguna parte, Rosa Navarro Duran, para referirse a la poesía del siglo de Oro habla del arte de la dificultad; a lo que se refiere Rosa Navarro, es al arte de la dificultad, de un lenguaje cifrado, críptico, en el cual la mitología,  la sintaxis latina, la dificultad comprensiva o metafórica, están como en la base de este monumento, que fue la poesía de Gongora o de Quevedo; pero este arte de la dificultad, simultáneamente nos habla de una pasión, de una tensión, hombres como Quevedo o Góngora, no simplemente construían sus arquitecturas metafóricas, con el deseo de apartarse del vulgo, que en muchos casos lo hacían también, pero por otro lado lo que hacían era aumentar, exaltar la realidad, Pedro Salinas, dice en alguna parte que lo que hace Góngora es exaltar la realidad, como si la realidad le fuera un poquito desvaída en ocasiones, y él quisiera llevarla a una posición todavía mayor, y en esa elevación, produce notables prodigios, imágenes entrelazadas, que son un acento de alguna manera; creo yo que esos elementos, exaltación del mundo, y simultáneamente elogio de la inteligencia, conviven en el ejercicio de la poesía, o pueden convivir, en el ejercicio de la poesía.

Jamas se me habría ocurrido hablar del poema, como una arquitectura Metafórica. Nos retiramos del Lobby, pues los decibeles de sonido llegaron a un extremo exasperante, y subimos a la oficina de prensa, lugar más apartado y propicio, sino para arquitecturas, si para conversar más pausados y dar fin a una charla que quisiera, fuera infinita, pues el tono de voz de Juan Felipe es el de la claridad, el de la luminosidad, sin caer en elogios innecesarios ni más faltaba.

Ya en la oficina de prensa, Juan sentado en simetría a mí, aguarda la pregunta con la cabeza meditativa.

Diecinueve novelas,dieciocho 
recopilaciones de  cuentos y artículos,
diecisiete volúmenes  con estudios 
y ensayos, todo esto en los últimos 
dieciséis años. visita mas de quince
paises, escribe para catorce periodicos 
desempeña trece oficios, presenta
una docena de renuncia, trastoca 
once veces una frase, negocia al diez 
por ciento sus regalias, nueve copas
vacia una tras otra. ocho mujeres 
lo aman, siete de ellas con seis espamos 
cada noche. en cinco oportunidades 
es socialista; en cuatro, capitalista.
tres intentos de suicidio, dos manos
(una para pegar, otra de escribir) y esa 
sola existencia, que disolvio la morfina... 




M. R. A partir de tu poema Wild London, construyes una enumeración muy interesante de sucesos que van dando camino al poema, desde un tono, evidentemente confesional, irónico, pero a la vez personal, ¿de acuerdo con lo anteriormente expresado en las dos preguntas, en que consiste ese hilillo delgado entre la confesión y lo poético, y como construyes ese artificio de lenguaje, esa suerte de juguete que puedes manipular?

J.F. no creo que sea un ejercicio totalmente consciente, obedece sin lugar a dudas, por un lado a mis lecturas, a mi formación, a la manera como yo concibo la arquitectura del poema, es decir, si existe un elemento decisivo de puro artilugio, de construcción, de capacidad de conceder estructura, ritmo, tensiones entre los versos, la idea de concebir como una pieza musical el poema (siempre presente este concepto, esta idea inmanente en su fluir verbal- la idea es mía) pero por otro lado, creo yo, que sin ese sustrato, sin ese impulso, sin esa llamarada de la sensación, en mi opinión, el poema no se sostiene, no tiene una verdad interior. El poeta, el gran poeta ruso, Alexander Blok, decía en un momento “Escribo mi poesía, si,  la escribo, para que en el inexpresivo resplandor del arte, resplandezca el mortal incendio de la vida” El mortal incendio de la vida al que nos debemos, nos debemos, en la medida en que es la fuerza, la tensión, que nos afirma en el mundo, que nos pone en contacto con los demás, que nos hace conseguir un sitio entre los otros, pero simultáneamente ese arte es un poco frio, ha conseguido un espacio de distanciamiento,  de precisión lingüística, de arquitectura y de objeto bien logrado. Y ese mortal incendio de la vida, puede vivir en el inexpresivo resplandor del arte; de una manera extraña, en algunos casos no totalmente consciente, pero yo creo, que en la gran poesía, o en la poesía que a mí más me gusta, ese mortal incendio de la vida está presente siempre en esas arquitecturas, en esos juegos lógicos formales que constituyen la carnadura verbal del poema.

Es imprescindible hablar con juan Felipe, y no tocar el tema de su genial ancestro ARGOS. Su abuelo materno.

M.R. Tu abuelo, Roberto Cadavid misas, se conoció siempre por su desparpajo y finura para contar la Historia Sagrada, La Mitología griega, y  La Historia de Colombia, ¿en este sentido, y siendo esta una tradición familiar, cercana, como afecta ARGOS tu vocación literaria?

J.F. El me regalaba muchos libros de niño, yo recuerdo mis vacaciones en Medellín, que eran una peregrinación al a librería Continental, que era una gran librería de Medellín donde mi abuelo tenia cuenta abierta; yo salía siempre con unas montañas de Julio Verne, (aquí ríe, pero no como la risa de todas las entrevistas entre paréntesis, la risa de juan es una risa gigante, grande, una risa que no emerge fácilmente, y que tiene mucho de su personalidad tranquila)  y me daba toda la felicidad del mundo, y mi abuelo me decía “escoge los libros que quieras y te los llevas” me los dedicaba, con unas dedicatorias preciosas, muy cariñosas; pero a parte de esos libros que él me regalaba, hay un par de consejos que él me dio. Cuando yo empecé a escribir, yo empecé escribiendo relatos, antes de escribir poemas, y en algún momento me decía, desprosar, despejar, nada de confusión, detestaba el barroco mi abuelo detestaba la hojarasca verbal, y todo el tiempo, poda, poda, lo que se pueda decir de la manera más sencilla posible dilo. Él fue siempre un defensor de la claridad expresiva y del pensamiento, y eso estuvo presente siempre en su lección.

ya presintiendo el fin de la entrevista, hago una pregunta sin ambages, que él responde del mismo modo.

M.R. ¿Un poeta fundamental en las lecturas de Juan Felipe Robledo?
J.F. Jorge Luis Borges
M.R. y ¿Lezama Lima?
J. F. Lo leí bastante, pero cada vez me siento un poco más lejano de él. Lo admiro mucho, me parece un prodigio, hay poemas de Lezama que me han conmovido de una manera fundamental, en algunos poemas incluyo un verso de Lezama, fue una lectura de un momento muy decisiva para mí sí.

Lo recuerdo meditativo en las lecturas esperando su turno. Pasa con regularidad sus manos por su cabello castaño, y su mirada se pierde en el vació, quizá concentrado en la voz de sus colegas de mesa.

M.R. Juan Felipe, en Colombia, empiezan a ser importantes los festivales de poesía, como tribunas de escucha y conocimiento de las nuevas voces de la poesía y la literatura. Están el Festival de poesía de Bogotá, el de Medellín que es una cosa gigantesca, y ahora el de Pereira, que se consolida cada vez mas ¿como ves tu esa dinámica, como solo ir a escuchar poetas, o eso de algún modo educa públicos y transforma?

J.F. Yo creo que las lecturas públicas de poesía son importantes, hay poetas que descreen de la importancia de compartir públicamente sus poemas; yo lo disfruto, creo que el poema tiene una capacidad de conexión con un público, no todos los públicos están dispuestos,  y en ocasiones el poeta tampoco está en la situación de transmitir esa atmósfera  yo creo que los festivales de poesía hacen mucho por las lecturas de poesía, por la difusión de la poesía, y los contactos que establecen terminan produciendo, en muchos casos publicaciones, son un espacio privilegiado para la poesía, y para que el público amante de la poesía, tenga un sitio de encuentro muy importante.

Minutos después, almorzamos juntos con el otro grupo de poetas, sentados de frente seguíamos dialogando de varias cosas, literatura, el clima, la comida,  y riéndonos a carcajada batiente como sabe reír juan Felipe.

Entrevista realizada en el marco del VII festival internacional de poesía Luna de Locos en Pereira.


Entrevista: Miguel Ángel Rubio-  licenciado en Español y Literatura Universidad Tecnológica de Pereira.

Fotografías: Juan Estaban Jaramillo. Licenciado en comunicación e informática educativa  Universidad Tecnológica de Pereira















domingo, 1 de septiembre de 2013

ENTRE EL HUMO Y LA NIEBLA



DIALOGO CON JOSE RAMON RIPOLL 



Leer a José Ramón Ripoll es un privilegio de la inteligencia. Su poesía calma, tranquila, casi imposible, nos invita a un viaje extenso a su mar interior. José ramón es consciente de ello, y conoce la niebla que permite a su vez la paradoja de la claridad.

Sus poemas, están a medio camino entre la metafísica y el relato, entre una forma de búsqueda, y una belleza inmanente que deja perplejo, después de su lectura solo sigue el silencio, aquel que por supuesto es consecuencia del asombro.

Es un hombre en apariencia frágil. Su voz, ese hilillo delgado, parece salirle a tientas de su figura sencilla, sin las pretensiones del poeta, solo él, cabello blanco, y una sonrisa que otorga sin ambages. José Ramón, no dice nada que no sea preciso y adecuado, y para quien no tiene el espíritu de la poesía en sí, no entiende que su voz, su claridad, solo es posible escucharla entre la niebla.

¿Quién amarró mi cuerpo a este madero
que en la playa se pudre lentamente
tras los inviernos solitarios?
¿De quién soy prisionero
y quién vigila la eternidad de esta condena?
Ciego de tiempo están mis ojos,
anclado ya en el mar mi pensamiento
y todo lo que queda entre las cuerdas
es nombre y voz vacía,
hueco del ser y la costumbre
de alcanzar en la espera
la clemencia de la disolución.
¿Quién borrará los signos
de haber sido palabra
y el monótono ritmo de esta herida?

Nuestro encuentro fue accidentado. Concertamos una hora para la entrevista, pero mis múltiples ocupaciones en el festival, el agite, y la rapidez con que debían materializarse todas las cosas, no permitieron un dialogo extenso y fluido, un encuentro más de amigos que de entrevistador a entrevistado.

Logramos sentarnos casi 20 minutos donde pude formular apenas unas pocas preguntas, y en las que Juan logra tomar algunas fotos para configurar el reportaje gráfico al poeta español.

M.R. Hoy es Niebla, tríptico de poesía conformado por El humo de los barcos, Las silabas ocultas, y Niebla y confín, que es quizá uno de tus libros más comentados y reseñados en portales de internet y en revistas especializadas, me deja una grata percepción de una poética de la imposibilidad. Logras construir en tu poesía lo inenarrable lo inalcanzable. ¿Cómo te construyes y entiendes esa imposibilidad desde el oficio poético?

J R. Yo creo, como bien lo ha reseñado el poeta colombiano Jorge Cadavid en una reciente antología que acaba de salir precisamente en Bogotá, una selección personal; como él dice, yo creo que mi propuesta metafísica consiste en ver lo invisible, oír lo inaudible, y palpar lo intangible. Creo, que desde que comencé a escribir, me ha interesado la realidad, desde todos los puntos de vista, la realidad en su sentido más profundo. No creo que la poesía, tenga como misión, retratar la realidad desde la superficie, o desde lo que aparentemente vemos, sino profundizar en ella. Para esa profundización, es menester contemplarla desde diferentes ángulos. Algo así como contemplar la luna desde el otro lado, desde aquel que no vemos; puede ser que nos equivoquemos pero, estamos imaginando, estamos averiguando, estamos posibilitando, es una manera también de conocer la realidad interior de nosotros. No creo que la poesía, sea un arte para subrayar lo que aparentemente y cotidianamente vemos, sino, todo lo contrario, para vislumbrar aquello que está en nuestro ser y por muchísimas circunstancias que no controlamos, no sale a la superficie. Yo creo que Hoy es niebla, reúne tres poemarios escritos desde una misma intención, por eso los he corregido, los he revisado, y los he publicado en un volumen, bajo este título pessoano, “Hoy es niebla” este, es un verso del poema Mensaje; él dice: Hoy es niebla pero mañana es sol. Yo me quedo con la niebla, no sé si mañana habrá sol, espero que sí, ojala que sí.

El tiempo, mi tiempo era una maquina sin pausa, de lejos, se  me mostraba desesperado el reloj, con una mueca exagerada de necesidad, como indicándome que me apurara, que dejara eso para  después, que alguien más podría hacerlo. Sin embargo, ignore el acoso y continúe casi incólume mi dialogo.
Hermias salvo a Aristóteles del juego
Que su propia palabra enardecía
Lo salvo de su tiempo y de la plebe
De su razón primera y de su signo
Fue número y cristal para el poema…

M.R. Eso me hace acordar del personaje sanchoquijotesco como le llamas, que evocas en la introducción de Hoy es niebla, aquel que busca la llave donde hay más luz, cuando esta se le ha perdido en su casa que es solo penumbras. Pero quiero referirme ahora a algo que tiene que ver con un poema tuyo en específico. Aquel poema Protección  de Aristóteles, donde un personaje secundario resuelve finalmente todo el asunto del poema. ¿Es de algún modo, una apuesta por tu poesía, acudir a lo marginal, digo, desde la óptica que cualquiera quisiera volver a Aristóteles protagonista de su poema?

J R. En este poema, me refiero al viejo Hermias, que protege a Aristóteles, puesto que van persiguiéndolo el busca la muerte de este, encarcelarlo para siempre, por esa pretensión de él, de abrazar todo desde el lado matemático, sin embargo más allá de la experiencia platónica, él está descubriendo una verdad, y es Hermias, espía, quien lo protege. Esos personajes secundarios de los  que tú hablas, efectivamente, suelen ser los rompedores en el arte, de la pintura, de la literatura, de la vida en general. Y a veces, como tú señalas bien, se quedan en el margen de la historia,  y nadie los toma en cuenta. Esto es, más que una reivindicación de Hermias.  Es un viejo poema que escribí en el año 84, donde es una especie de unión entre la razón y la inconsciencia.

Era inevitable dejar cortado este dialogo. Juan, tomaba las fotos con la vehemencia que su oficio y pasión le exigían. José ramón, paciente, espera y asume que esto no va terminar pronto, es más que es posible que la entrevista jamás sea concluida. Ripoll no solo narra y revive a Grecia y  a Hermias entre su niebla, sabe de la imposibilidad, y de la hondura del mar, y presiente en él un ritmo, una melodía, una danza que también es posibilidad del poema.

Deja  el mar en la orilla el desdén de su rito
y en su perenne gesto cumple así la condena
de ser siempre el espejo y repetir la escena
Que refleja la vida en un hombre proscrito.
Así se quiebra el canto como el agua en la arena
y así desaparece la tinta del escrito,
la juventud se rompe mientras resurge el mito
de todo lo que es libre y engarza la cadena.
La lengua de los mares ya no sirve de nada
porque un silencio frio bordeará los labios
De quien sabiendo el tiempo lo esconde y se lo calla
Permanecen los rostros con la boca tapada
y allí está dicho todo, el silencio del sabio
Pasión de la escritura perdida por la playa

M.R. la música es algo fundamental en tu quehacer cotidiano, sé que eres comentarista de música en radio y musicólogo. Y supongo que de algún modo, el saber tanto de ella, el escucharla tanto el dominar el tema, te construirá también como poeta,  ¿de qué modo esa presencia de la música está latente en  tu obra?

J.R. Influye de lleno. No voy a decir al cien por cien, pero si un noventa por ciento. Siempre he dicho que la poesía está más cercana a la música que la literatura. En mi caso, yo llegue a la poesía por la música. Yo empecé a estudiar música desde pequeño y lo que empecé a leer no fueron versos ni de Alberti ni de Lope de Vega, pues comencé a leer aunque suene pedante, a Gohete y a Novalis, porque yo los escuchaba en los conciertos, escuchaba los cantantes, que interpretaban  unas canciones preciosas en una lengua que yo no entendía, que es el alemán, eran los textos de Schubert  de Schuman de Beetoven, entonces yo buscaba, anhelaba saber que decían esos versos, y empecé a conocer a los poetas alemanes por medio de la música…

En ese instante tuve que interrumpir, la dinámica del festival pedía esfuerzos en otros campos. Sin embargo, el resto de la respuesta que pudo haber llevado a un dialogo más profundo sobre música y poesía, me dejo intrigado y pensativo. Con José ramón, pude verme los otros días y siempre preguntaba con complicidad sobre lo de nosotros, es decir, sobre la entrevista entre la niebla que hoy intento presentar a los lectores.

ENTREVISTA: MIGUEL ANGEL RUBIO
FOTOGRAFIAS: JUAN ESTEBAN JARAMILLO.