miércoles, 30 de mayo de 2012

SIMON METALICO




¿Y quién no ha hablado de Bolívar?
¿Y quién no ha dicho que libertó muchas naciones?
¿Quién no conoce en los museos su vieja espada
o la chaqueta de guerra que se quedó detrás de un vidrio?
Todo eso está ya dicho, yo miro el mineral.
Bolívar y sus pantalones de bronce,
sobre todos los parques que libertó en América;
su espada de bronce, su caballo de bronce,
duro el ojo, parado en el último combate.
En todas las plazuelas de la tierra
le está cayendo musgo al padre,
musgo a su espada, musgo a todo su bronce
y a los flancos inmóviles de su caballo muerto.
Y colocan al fabricante de la libertad
una corona de hojalata para que dure unos días más,
se hacen al padre, al bronce y al caballo
largos discursos de hojarasca.
Mil veces han gritado: “El padre de la patria”
y sin embargo, el dueño de los ríos y los potros,
remasca su gloria de opereta,
de vitrinas oscuras, gloria de los rincones y los parques
donde no llega el jardinero sino a abrir su bragueta.
Pobre padre Bolívar, castigado en el bronce.
De aquí no sales más, le dijo el fundidor,
y vació sobre el barro metales derretidos.
A Bolívar le quemaron el alma
los estatueros de las fundiciones.
De aquí nos das un paso, le dijeron tres hombres
cuando lo anclaron bajo un árbol y un pájaro.
Bolívar está muerto, está muerto, está más muerto;
está apretado en su ataúd de bronce
como un grano de trigo entre dos rocas;
Bolívar está muerto en su caballo;
De aquí nos das un paso;
y su bota quedó en el aire suspendida
y su otro paso no lo ha dado jamás.
Las generaciones van todas a los parques.
Años atrás hablaban de la guerra,
nuestra “sangrienta guerra”,
con unos pantalones atados al tobillo.
Daban vueltas a la estatua y ponían
las zapatillas sobre el pedestal
y hablaban mal del tiempo.
Los políticos iban y decían “la patria”
lamían la palabra “República”
a la espera de comerse una sílaba;
y al fin llegaron las niñeras
que dan vueltas a la estatua con un tropel de hijos ajenos.
¿Quién no ha visto la espada de Bolívar
combatiendo al silencio en un museo
y a su pistola muerta disparando epopeyas?
¿Quién no sabe que libertó cinco naciones?
¿Y que empuñó este continente como un sable
desde el puño nudoso de Colombia?
¿Qué fue soldado y tísico?
De aquí no das un paso, caballo de bronce de Bolívar:
los espolines de tu dueño
no punzan más que el viento en sus ijares.
Padre Bolívar de rincón de parques,
estás muriendo nuevamente cada tarde.

***
Simón, alimentado de victorias,
con los cubiertos de la guerra
colgando de sus huesos,
come pisadas de palomas,
intimidad de insectos,
siestas de golondrinas
en los pliegues de piedra de su capa.
Simón, hijo del padre y de espada,
dando albergue a los pájaros.
Simón batalla que envainó los gritos
en todas las cubiertas de los árboles
se nutre ahora de un silencio metálico.
Simón universal, Simón América,
guarda como una plaza fuerte
la sombra de sus parques,
sus invisibles puertas y su hierro.
Conquistador de estanques y de araucarias,
te hemos cambiando el llano por los peces,
los Andes por una niebla oscura,
te cambiamos la espalda por los pinos
y los estribos desbocados por una piedra muerta sobre el césped.
Te dan coronas tristes
cuanto tu estatua triunfa en el crepúsculo,
y por cada batalla con el viento
tienes cien mil cadáveres de hojas.
Oh, piedra resignada de Bolívar,
granito muerto, carne de museo,
polvo de tu guerrera,
Simón Bolívar de sable enmohecido,
libertador de fraguas y cinceles.
En esta América, tuya por tu brazo,
se va a morir tuberculoso el bronce.

Óscar Hernández (Medellín 1925)

martes, 29 de mayo de 2012

SÍLICE.




La ceniza cubre el aire
De los hombres en las esquinas.
El ejecutivo, sacude su  corbata
No quiere que le desentone en el conjunto de su traje
El obrero estornuda, sin entender que pasa
La gente murmura palabras de asombro
Unos por desconocimiento
Otros por  “apocalipsis now “
Los demás porque siempre hay que decir algo

Entre la ceniza
El cabello blanquecino
La tos
Y sílice en los cielos

Los pájaros  ofrendan  sus vidas
Mientras  un hermoso espectáculo
Nos revela lo terrible
De la vida.

Lo bello  no es  mas que  cenizas
En el mismo instante que intentamos explicarlo.


MIGUEL  ANGEL RUBIO OSPINA