
Cuando de la herida del niño
Empezó a brotar
La dulce agua del sueño
Y la anciana
Hubo apagado
Con sus dedos la última llama
Y los perros sin dueño
Se entregaron
A su suerte
En el abandono
De la ciudad en ruinas
Se escuchó de nuevo
La antiquísima voz de la sangre
He llegado a saber
Oh rey afortunado...
HORACIO BENAVIDES
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