DIALOGO CON JUAN FELIPE ROBLEDO.
“Escribo mi poesía, si, la
escribo, para que en el inexpresivo resplandor del arte, resplandezca el mortal
incendio de la vida”
Medellín,
1968. Estudió la carrera y la maestría de Literatura en la Universidad
Javeriana de Bogotá de donde es
profesor. Ganó el premio internacional de poesía Jaime Sabines en 1999, con De
mañana. Obtuvo el premio nacional de poesía del Ministerio de Cultura de
Colombia en 2001 con La música de las horas. El don de la
renuncia (2010). Han
aparecido seis antologías de su poesía: Nos
debemos al alba (2002), Calma
después de la tormenta (2002), Luz
en lo alto (2006),Dibujando un mapa en la noche (2008), Aquí
brilla, es extraño, la luz de nuevo (2009),Poemas ilustrados (2010).
A Juan Felipe tuve la suerte de poder esperarlo en el aeropuerto
a su llegada a Pereira. Desde que atravesó la puerta de salida, su calidez y amabilidad
predijeron una charla sencilla pero profunda, amigable y precisa, es un
hombre de una generosidad y don de la palabra propia de su tierra, de su
ancestral pasado antioqueño.
De ida al hotel, tuvimos que regresar al aeropuerto, pues
habíamos dejado a Satizabal esperando por las maletas en la sala de abordaje.
Juan no vio problema en tener que hacer el retorno y al contrario se mostró
preocupado por el in suceso Regresamos, encontramos a un hombre grande, de
sombrero verde y mochila, esperando a la salida del Matecaña. Esto, propicio una charla previa, que sirvió de calistenia para nuestro dialogo más reposado
del día siguiente.
Entendí que una entrevista no empieza al momento de activar el
interrogatorio previsto con las preguntas anotadas en una libreta. De hecho, jamás me base en una sola nota
tomada con anterioridad, esta empieza, quizá, cuando la ocasión menos pensada propone el tema y allí el leitmotiv del entrevistador se encuentra con el
asunto adecuado.
La charla que acordamos en la mañana del viernes le cayó como
anillo al dedo a Juan Felipe, le propuse que hiciéramos una charla contrastiva
entre su formación como literato en el Siglo de oro y la poesía española versus su
poesía renovadora, sobre como era su dialogo con la tradición y su construcción
como escritor desde esa tradición no solo ibérica, sino también antioqueña,
pues su abuelo materno el reconocido escritor Argos, influyo indudablemente en
su formación.
M. R.
Sé que eres experto en el siglo de oro español, y por supuesto, también sé, que
su estudio enmarañado y difícil supone una formación intelectual amplia. Sin
embargo, ¿cómo logras superar esa influencia en tu poesía, y construir una
poetic confesional, testimonial resistiendo de algún modo a que eso influya en
tu escritura?
J. F.
Pablo Neruda decía en alguna parte, que él esperaba que lo libraran de inventar
cuando cantaba. Yo siempre he sentido que en la poesía debe haber un vínculo
con la confesión, con la experiencia directa, con el pulso de un tiempo, el
pulso del tiempo que me tocó vivir, y espero yo, que en mis poemas este vivo
ese tiempo, esos alambrados, esa iluminación, esas músicas, esa palpitación de
este mundo. Pero simultáneamente, creo que la poesía da cuenta de un ritmo
interior, de un río subterráneo que alimenta todas las épocas; y de alguna
manera, el que yo sea profesor de literaturas clásicas, como también de los autores de la llamada
generación del 98 y los poetas del 27, no contradice, digamos, esa vinculación
con la experiencia más directa y más arraigada de nuestro tiempo. Porque lo que
hay fundamentalmente en la poesía es un
ritmo, es una manera de percibir al lenguaje como una capacidad de cantar; la
poesía creo yo, fundamentalmente, aspira a la música, una de sus preocupaciones
fundamentales es querer ser música, y en esa medida la poesía da cuenta de un
ritmo, de una tensión, de una manera de disponer el poema como si fuera una
partitura musical, y desde esta visión, creo yo que, dentro de esa visión mía,
que pretende dar cuenta de mi época, de mis angustias, de mi dolor de mi
alegría, de aquello que me hermana con los otros que viven en la época que yo
vivo, también esta simultáneamente un tono, un ritmo, una, tensión, una
armonía, que de alguna manera, en algunos casos, responde a esas armonías que
vienen del itálico modo, de Garcilaso de la Vega, de un Quevedo, de una
sintaxis en muchos casos difícil y enmarañada, de ese delirio metafórico de
Luis de Gongora; sin que yo en muchos casos me dé cuenta. Lo que sucede
maravillosamente en la poesía, es que lo que intenta hacer el poeta, no resulta
siendo controlado de manera directa. En algún momento, Jacques Lacan, el
psicoanalista, decía que los poetas que no saben lo que dicen, siempre dicen como
es sabido, las cosas antes que los demás; los poetas no siempre saben lo que
están diciendo de una manera consciente y controlada, hay como una voz que
habla debajo de ellos, como un eco, una corriente que les está hablando de otra
cosa, otra realidad, y esa otra realidad, en muchos casos es la música de la
lengua, que heredamos con maravilla de estos autores prodigiosos que son Juan
De la Cruz, que son, Garcilaso de la Vega, o Fray Luis de León y que de alguna
manera, pueden seguirnos hablando en una época de segmentación, de desastre, de ruido,
de marginalidad como la nuestra. Creo yo, que la poesía lo que habla es de
arriba y abajo, de adentro y afuera, todo el tiempo y lo que hace fundamentalmente
la poesía es poner en conexión, mundos en apariencia aislados, fragmentados;
habla del sol, pero habla simultáneamente del barro ¿verdad?; todas estas
realidades conviven en el poema en esa armonía, en esa pretensión, de hablar
con música, de nuestro tiempo, y eso espero yo, de alguna forma, esté presente
en los poemas que escribo.
Mientras habla, su estampa se hace más inmensa, sus manos vuelan
para explicar sus ideas, y su voz se hace potente, aun cuando una música
estridente de salsa y baile podría impedir que se escuchara. Hago un esfuerzo
sobre humano para anteponerme al ajetreo del lobby del hotel y poder
concentrarme en sus palabras.
M.R.
digo contradicción, no porque sea mi visión personal, sino porque en términos
generales, los poetas jóvenes tienen como propósito destruir esa tradición, sin
saber que ella es casi que fenotípica en la lengua. ¿En ese sentido, la
formación intelectual es fundamental en el oficio del poeta, o es, como
declaras en alguna parte, un asunto de sentimiento e inteligencia?
J.F.
pues yo creo que las dos cosas nunca se contradecirán, porque yo creo que el
sentimiento y la inteligencia se ponen al servicio de que, también de la
erudición, y si la erudición puede ser una manera de entender el mundo… en
alguna parte, Rosa Navarro Duran, para referirse a la poesía del siglo de Oro habla
del arte de la dificultad; a lo que se refiere Rosa Navarro, es al arte de la
dificultad, de un lenguaje cifrado, críptico, en el cual la mitología, la sintaxis latina, la dificultad comprensiva
o metafórica, están como en la base de este monumento, que fue la poesía de
Gongora o de Quevedo; pero este arte de la dificultad, simultáneamente nos
habla de una pasión, de una tensión, hombres como Quevedo o Góngora, no
simplemente construían sus arquitecturas metafóricas, con el deseo de apartarse
del vulgo, que en muchos casos lo hacían también, pero por otro lado lo que
hacían era aumentar, exaltar la realidad, Pedro Salinas, dice en alguna parte
que lo que hace Góngora es exaltar la realidad, como si la realidad le fuera un
poquito desvaída en ocasiones, y él quisiera llevarla a una posición todavía
mayor, y en esa elevación, produce notables prodigios, imágenes entrelazadas,
que son un acento de alguna manera; creo yo que esos elementos, exaltación del mundo, y simultáneamente elogio de la inteligencia, conviven en
el ejercicio de la poesía, o pueden convivir, en el ejercicio de la poesía.
Jamas se me habría ocurrido hablar del poema, como una
arquitectura Metafórica. Nos retiramos del Lobby, pues los decibeles de sonido
llegaron a un extremo exasperante, y subimos a la oficina de prensa, lugar más
apartado y propicio, sino para arquitecturas, si para conversar más pausados y
dar fin a una charla que quisiera, fuera infinita, pues el tono de voz de Juan
Felipe es el de la claridad, el de la luminosidad, sin caer en elogios
innecesarios ni más faltaba.
Ya en la oficina de prensa, Juan sentado en simetría a mí,
aguarda la pregunta con la cabeza meditativa.
Diecinueve novelas,dieciocho
recopilaciones de cuentos y artículos,
diecisiete volúmenes con estudios
y ensayos, todo esto en los últimos
dieciséis años. visita mas de quince
paises, escribe para catorce periodicos
desempeña trece oficios, presenta
una docena de renuncia, trastoca
once veces una frase, negocia al diez
por ciento sus regalias, nueve copas
vacia una tras otra. ocho mujeres
lo aman, siete de ellas con seis espamos
cada noche. en cinco oportunidades
es socialista; en cuatro, capitalista.
tres intentos de suicidio, dos manos
(una para pegar, otra de escribir) y esa
sola existencia, que disolvio la morfina...
M. R. A
partir de tu poema Wild London, construyes una enumeración muy interesante de
sucesos que van dando camino al poema, desde un tono, evidentemente
confesional, irónico, pero a la vez personal, ¿de acuerdo con lo anteriormente
expresado en las dos preguntas, en que consiste ese hilillo delgado entre la
confesión y lo poético, y como construyes ese artificio de lenguaje, esa suerte
de juguete que puedes manipular?
J.F. no
creo que sea un ejercicio totalmente consciente, obedece sin lugar a dudas, por
un lado a mis lecturas, a mi formación, a la manera como yo concibo la
arquitectura del poema, es decir, si existe un elemento decisivo de puro
artilugio, de construcción, de capacidad de conceder estructura, ritmo,
tensiones entre los versos, la idea de concebir como una pieza musical el poema
(siempre presente este concepto, esta idea inmanente en su fluir verbal- la
idea es mía) pero por otro lado, creo yo, que sin ese sustrato, sin ese
impulso, sin esa llamarada de la sensación, en mi opinión, el poema no se
sostiene, no tiene una verdad interior. El poeta, el gran poeta ruso, Alexander
Blok, decía en un momento “Escribo mi
poesía, si, la escribo, para que en el
inexpresivo resplandor del arte, resplandezca el mortal incendio de la vida”
El mortal incendio de la vida al que nos debemos, nos debemos, en la medida en
que es la fuerza, la tensión, que nos afirma en el mundo, que nos pone en
contacto con los demás, que nos hace conseguir un sitio entre los otros, pero simultáneamente
ese arte es un poco frio, ha conseguido un espacio de distanciamiento, de precisión lingüística, de arquitectura y
de objeto bien logrado. Y ese mortal incendio de la vida, puede vivir en el inexpresivo
resplandor del arte; de una manera extraña, en algunos casos no totalmente
consciente, pero yo creo, que en la gran poesía, o en la poesía que a mí más me
gusta, ese mortal incendio de la vida está presente siempre en esas
arquitecturas, en esos juegos lógicos formales que constituyen la carnadura
verbal del poema.
Es imprescindible hablar con juan Felipe, y no tocar el tema de
su genial ancestro ARGOS. Su abuelo materno.
M.R. Tu
abuelo, Roberto Cadavid misas, se conoció siempre por su desparpajo y finura
para contar la Historia Sagrada, La Mitología griega, y La Historia de Colombia, ¿en este sentido, y
siendo esta una tradición familiar, cercana, como afecta ARGOS tu vocación
literaria?
J.F. El
me regalaba muchos libros de niño, yo recuerdo mis vacaciones en Medellín, que
eran una peregrinación al a librería Continental, que era una gran librería de Medellín
donde mi abuelo tenia cuenta abierta; yo salía siempre con unas montañas de
Julio Verne, (aquí ríe, pero no como la risa de todas las entrevistas entre
paréntesis, la risa de juan es una risa gigante, grande, una risa que no emerge
fácilmente, y que tiene mucho de su personalidad tranquila) y me daba toda la felicidad del mundo, y mi
abuelo me decía “escoge los libros que
quieras y te los llevas” me los dedicaba, con unas dedicatorias preciosas,
muy cariñosas; pero a parte de esos libros que él me regalaba, hay un par de
consejos que él me dio. Cuando yo empecé a escribir, yo empecé escribiendo
relatos, antes de escribir poemas, y en algún momento me decía, desprosar,
despejar, nada de confusión, detestaba el barroco mi abuelo detestaba la
hojarasca verbal, y todo el tiempo, poda, poda, lo que se pueda decir de la
manera más sencilla posible dilo. Él fue siempre un defensor de la
claridad expresiva y del pensamiento, y eso estuvo presente siempre en su
lección.
ya presintiendo el fin de la entrevista, hago una pregunta sin ambages,
que él responde del mismo modo.
M.R.
¿Un poeta fundamental en las lecturas de Juan Felipe Robledo?
J.F.
Jorge Luis Borges
M.R. y
¿Lezama Lima?
J. F.
Lo leí bastante, pero cada vez me siento un poco más lejano de él. Lo admiro
mucho, me parece un prodigio, hay poemas de Lezama que me han conmovido de una
manera fundamental, en algunos poemas incluyo un verso de Lezama, fue una
lectura de un momento muy decisiva para mí sí.
Lo recuerdo meditativo en las lecturas esperando su turno. Pasa
con regularidad sus manos por su cabello castaño, y su mirada se pierde en el vació, quizá concentrado en la voz de sus colegas de mesa.
M.R.
Juan Felipe, en Colombia, empiezan a ser importantes los festivales de poesía,
como tribunas de escucha y conocimiento de las nuevas voces de la poesía y la
literatura. Están el Festival de poesía de Bogotá, el de Medellín que es una
cosa gigantesca, y ahora el de Pereira, que se consolida cada vez mas ¿como ves
tu esa dinámica, como solo ir a escuchar poetas, o eso de algún modo educa
públicos y transforma?
J.F. Yo
creo que las lecturas públicas de poesía son importantes, hay poetas que
descreen de la importancia de compartir públicamente sus poemas; yo lo
disfruto, creo que el poema tiene una capacidad de conexión con un público, no
todos los públicos están dispuestos, y
en ocasiones el poeta tampoco está en la situación de transmitir esa atmósfera
yo creo que los festivales de poesía hacen mucho por las lecturas de poesía,
por la difusión de la poesía, y los contactos que establecen terminan
produciendo, en muchos casos publicaciones, son un espacio privilegiado para la
poesía, y para que el público amante de la poesía, tenga un sitio de encuentro
muy importante.
Minutos después, almorzamos juntos con el otro grupo de poetas,
sentados de frente seguíamos dialogando de varias cosas, literatura, el clima,
la comida, y riéndonos a carcajada
batiente como sabe reír juan Felipe.
Entrevista
realizada en el marco del VII festival internacional de poesía Luna de Locos en
Pereira.
Entrevista: Miguel Ángel Rubio- licenciado en Español y Literatura Universidad
Tecnológica de Pereira.
Fotografías: Juan Estaban Jaramillo. Licenciado en comunicación
e informática educativa Universidad
Tecnológica de Pereira